Chihiro ve al “sin cara” fuera de los baños, mojándose en la lluvia, sin pensar el porque no había entrado, ella lo deja entrar. Ella literalmente deja la puerta abierta para que el entre,
El sin cara la ayuda a obtener justo el jabón que ella necesita para limpiar, sin que ella se lo pida. Y a partir de este momento la persigue, sin hablar. Ofreciéndole más tablillas que ella no le ha pedido y que cree no necesitar, lo rechaza, pero las tablillas quedan ahí, luego las utilizara.
En paralelo viene un Intruso, un dios apestoso, que lenta y pesadamente va literalmente escurriéndose hasta el baño. Y apestando todo a su paso.
Chihiro ha de soportar el hedor, es, para Yubaba un castigo, para Chihiro algo que no pude evitar. Igual se esfuerza, a pesar de la suciedad y la porquería. Y se da cuenta que el dios tiene algo atorado en el pecho. Yubaba en seguida comprende que no era un dios apestoso, y pide a todos que ayuden.
Era El espíritu del río, el pobre lleno de contaminación. Le da las gracias a Chihiro y una especie de pan. De entre la porquería y el barro a medida que sale de el agua limpia se ver relucientes pepitas de oro.
Yubaba felicita y abraza a Chihiro que, en su primer trabajo ha traído grandes riquezas al lugar y grandes alegrías, poniéndola de ejemplo.
Más tarde Chihiro comerá junto a su comida de un poco del pan especial, que de seguro le supo amargo. Porque es de purificación.
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