Fijemos, pues, que Adán, es el primer hombre, que así pueda llamarse porque era trino; conocía sus tres entidades de Cuerpo, Alma y Espíritu y en él empieza la cultura, la ciencia, el progreso y así la historia.
La Prehistoria de Adán, se alarga a 44.250.058 siglos; que el mundo estaba habitado por hombres antropomorfos, que no conocen más que la concupiscencia por ley. Mas sin aquellas concupiscencias, que agotaron el mayor caudal de gérmenes morbosos de la materia, no podría un día llegar a la purificación de ésta; y no sería capaz nadie, en materia impura, imprimir el progreso y la belleza.
Fue, pues, necesario aquel antropomorfismo, que hizo el politeísmo, en cuyo gran número de dioses, casi tantos como hombres, la materia se hartaría, se saciaría y los dejaría sin miedo, cuando encontrara el hombre otro mejor ídolo que hacia Dios, llegando así, a tener hombres-Dioses, que es el máximum de la ley de la materia.
¿Qué han hecho aquellos niños barbudos, en todos esos millones de siglos? No hizo sólo el crimen de cazar a la hembra, fecundándola y abandonándola: comerse a sus hijos, devorarse unos a otros y hacer el derecho del más fuerte. Hizo el lenguaje, dominó a la fiera, se vistió e hizo la casa y adoró y... al fin temió... ¿A qué adoró? ¿A qué temió? No lo sabía: él no era filósofo; no era hombre, era niño; estaba el espíritu encerrado en su huevo; en su alma rudimentaria, espesa, pesada, opaca; pero progresaba por la necesidad y por el escarmiento que sus pasiones le daban por lo que, aunque mal interpretado, se ha cantado: "¡Oh feliz culpa!"
No nos extraña ver a un niño, hacer un muñeco de barro y atribuirle las calidades activas del hombre, lo que hace la metáfora del arte, como en el lenguaje decimos: el frío me corta la carne, el tiempo pasa; siendo así que, somos nosotros los que pasamos y el frío no es cuchillo: pero entendemos el sentido.
De aquel estado inconsciente de los hechos que realiza el hombre primitivo y antropomorfo, hemos indicado la gran ciencia Antropológica, que representa al hombre estudiando, aunque Dúo; pero que ya, el caparazón de su alma, está resquebrajado por el sentimiento y que con la Antropomo-fisiología y hoy por el estudio del espíritu, deshacemos el antropismo que está desmentido en que un mundo sin hombres, no es un mundo sino el embrión de un mundo.
Es, pues, el secreto de la creación de los mundos, la creación de los hombres; el que, sí, quiere anteponerse y contraponerse a la naturaleza; pero que no lo consigue jamás y en vez, y en cada tentativa de resistir a su destino, embellece a la naturaleza y da un empujón al progreso; abrió el huevo, salió el espíritu de su encierro y se hace luz, dando camino a la Metafísica
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