Oswaldo Pulgar Pérez // ¿Valores o virtudes?
FRECUENTEMENTE SE escucha que estamos ante una crisis de valores. Pienso que es verdad, pero me parece que podemos ser más precisos al explicar con detalle lo que ocurre. Si no lo hacemos, nos quedaremos superficialmente instalados en un tópico que todos repiten, pero que nadie se compromete a remediar.
En el año 1936, el General Eleazar López Contreras decía en un discurso que en Venezuela había crisis de hombres. Y no se refería a hombres valientes, porque de ellos estaban llenas las cárceles de Gómez. Se refería a hombres íntegros. Esos que no juegan sucio, que no engañan. Esos que cumplen la palabra que dan. Esos que venden el producto de acuerdo a la calidad que ofrecen. Esos que no juegan con el dinero de los ahorristas, y que huyen del país cuando el banco quiebra. Esos que contratan empleados, independientemente del color del partido al cual pertenezcan.
Que el comportamiento ético no es una costumbre, es evidente. Pero para ponerle remedio a la situación, debemos personalizar, y así aterrizamos en las virtudes. Los valores serán valiosos siempre. Cuando esos valores se incorporan al vivir de cada uno, se les llama de otra manera: virtudes. Ya dejan de ser algo abstracto y se convierten en algo concreto.
Es distinto decir: Nos falta sinceridad, que decir: Felipe no es sincero. Y mientras esa conversión no se dé, seguiremos dando palos a la piñata, con los ojos vendados. Los problemas seguirán en pie. Dijo Aristóteles, hace siglos, que la felicidad del hombre está en la virtud.
El valor es impersonal, la virtud es personalísima. El valor no promete soluciones. La virtud las garantiza. El remedio está en que nos comprometamos a ser virtuosos; o al menos, a luchar por conseguirlo.
La virtud es el hábito de obrar bien. Yo no soy buen trabajador si trabajo bien el lunes, sino cuando trabajo bien lunes, martes, miércoles... siempre. La ética moderna se debe fundamentar más que en valores, en virtudes. Ellas son más eficaces
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